viernes, 29 de enero de 2010

Bloqueo de Autor

Llevo días escribiendo cosas sin terminarlas. Llego justo al meollo del asunto, las guardo y no las vuelvo a tocar. Hay gente que le llama bloqueo del escritor. Yo no creo. Estoy escribiendo pero no terminando y por consiguiente no publicando. Intento ejercicios de escritura que nos enseñaron en la escuela, hago listas de palabras con una sola letra: amante, aliado, analogía, antorcha, arenque, amonestación, aligerar, adiestrar, anotar, antiguo, alegre, anoche, absurdo, ayer, alas, alambre, amarillo, alemán, aturdida, amanecida, anestesiada, alocada, arrepentida, ansiosa, arcilla, ardilla, amarre, astucia, alarma, azul, ancestral, ardiendo, ardor, amor, alcohol… y no lo consigo. Hago listas de palabras que me gustan: humedad, melancolía, barrunto, amante, analogía, bruma, altura, espalda, columna, pelvis, lunares, ombligo, julio, cerveza, despegue, mareo, orilla, vértice, amanece, persona… Pienso que sin darme cuenta estoy feliz. Y por eso no puedo escribir. Porque no sé cómo eso se escribe. No sé cómo se describe la felicidad que me produce pelar una papaya en las mañanas y hacerme una batida con vainilla, leche de almendras y azúcar morena. No sé articular que abrir la nevera y ver botellas verdes de más de un tamaño inevitablemente me hace sonreír. Quizás porque me parece inocuo el quitarme los tacones y tirarlos donde me parezca y que eso me produzca un profundo placer. Que el hecho de que mis ventanas se abran hacia arriba me hace sentirme con suerte. Que me alegra mi existencia la existencia de personas con nombres aún más impronunciables e imposibles de escribir que el mío. Que mi vida se facilita porque mi celular tiene un teclado, no tiene acentos pero tiene la letra v. Que ando con el pelo más enmarañado que nunca, que he vuelto a usar pantallas largas, pulseras que suenan, faldas más cortas de lo prudente, telas más transparentes de lo que sería decente y de pronto me reconozco.
Que mi cuerpo se ha acomodado plácidamente a la grandeza y ocupo mi cama entera sin dificultad. Que de vez en cuando me acuesto con trastera y en el fondo me da igual. Que me baño y no me seco y salgo con el pelo chorreando por todo el piso del apartamento y de vez en cuando me tropiezo con mis propios rastros y me río y me vuelvo a levantar. Tengo un espacio que huele a lo que yo quiero que huela: a gardenias unos días, a vainilla otros, a lavanda a veces y a avellana y a incienso otras tantas. Que me camino desnuda por la cocina y no le he puesto cortinas a las ventanas. Que en mi casa se escucha Sinatra, Sabina, Estopa, Buble, Bebe, Serrat y nada más. Que no tengo cable y no lo extraño. Que hay gente bonita que aprende de mí, que aprende conmigo y me lo dice. Que ya no me siento culpable de no sentirme culpable. Que estoy sola con el mundo y contra él y no me siento sola. Que realmente no importa si estoy lista o no. Que no me da la gana de sentirme mercancía de piso, aunque no tan en el fondo lo soy. Que hace tiempo dejé de ser presentable, quizás nunca lo fui. Que trato a mis perros como gente y ellos hacen lo mismo a cambio. Que de vez en cuando, (lo confieso) me cubro y me voy sola a la Iglesia y me siento totalmente perdida durante una hora entera, así que rezo en mi mente como me enseñaron. No sé cómo se escribe que me basta con que me hagan reír, no sé si se debe escribir que ando sin prisa pero ando, que tal vez no tengo intenciones específicas pero las tengo. Quizás me creo que escribirlo lo vuelve real y tengo problemas con creerme que me siento feliz. No tengo todo lo que quiero ni tan poco todo lo que me merezco pero tengo. Tengo tantas cosas, tanta gente, tantas palabras, tantos papeles llenos de frases que vuelan por toda mi casa. Que estoy conciente que perdí, tengo un inventario de lo perdido. Pero tengo una amiga contable y estoy segura de que si me saca las cuentas me escribe un positivo en la frente. No me sé las reglas del juego, pero estoy jugando. Torpemente porque no tengo coordinación, ni coherencia, no tengo diplomacia y mucho menos cartas de recomendación. No sé esperar, no sé callarme, y siempre siempre digo más de lo que debo, para algo me pusieron una boca de semejante tamaño. Las quiebras económicas en algún momento casi se borran y todas las demás también. Tal vez mi crédito se ha renovado, quizás mis porcientos suben como quien no quiere la cosa y yo prefiero no decirlo mucho para no salarme. El año se encariña conmigo poco a poco. Así que intento escribir una lista de palabras felices y parece una lista de compras: papaya, chocolate, almendras, caramelo, beso, películas, fresa, queso, música, espuma, risa y de nuevo cerveza.



viernes, 15 de enero de 2010

Versión Temporal

Una versión de mí medio jodida,
tengo el alma cinta negra
en defensa personal.
Tengo las manos bastante egoístas,
la mente peliculera,
los pies siempre listos para correr,
los sueños en vela
las ganas desveladas
desvelándome.
Tengo un hambre vieja
y un apetito nuevo,
la misma fobia a la espera
pero ahora consolidada.
El tirijala me produce
en vez de cosquillas,
ansiedad
y siempre me ando cayendo
con esa cosquilla abismal
con ese frío en los pulmones
con ese calentón en la parte de atrás
de la nuca
de la columna
de las nalgas
del talón
Agujeándome la caja del pecho,
revolcándome el barrunto
con la cadera desengrasada
y la clavícula quejosa
y me sumerjo en la grandeza
me hundo en la blancura,
Todo es tan nuevo para mí
y sin embargo
sigo siendo esta versión
medio jodida de mí.

viernes, 8 de enero de 2010

de monos, manos y patas

He aprendido con el tiempo a escoger mis batallas. Creo que es un gran triunfo para alguien de mi edad. He intentado reducir mi capacidad de conmoverme a cosas en las que es irreprimible dicha reacción. He dejado de pelearme con el mundo y de adoptar cada causa sin miramientos. Hoy leyendo el periódico, (cosa trágica para todo lo anterior) no pude evitar leer un artículo llamado Sacrificio Masivo de Monos. Mientras lo leía me chupaba el pulgar izquierdo de la mano, cosa que aparentemente también hacen los monos patas.

Quisiera decir que fue la palabra sacrificio que automáticamente trae imágenes de Cuaresma a mi cerebro formado católicamente lo que me hizo leerlo o la palabra masiva que tiene tanto de exceso que me hala la atención por los pelos, pero realmente fueron los monos. Y me da exactamente lo mismo que la gente piense que es increíble que me ofenda más una noticia como esta, que los veintipico de muertos humanos que llevamos en una semana de año. Como dirían los españoles, pues va a ser que sí.

Según lo poco que conozco y en mi muy superficial investigación descubrí que estos monos en particular, se les llaman los monos pata, son los primates más rápidos. Viven en familias y se desplazan buscando vegetales que es con lo que se mantienen vivos. Cuando anochece se trepan a los árboles y ahí duermen.

No son (obviamente) animales autóctonos. Este no es su hábitat. No compraron tampoco un pasaje para venir a visitarnos. Intentaré no decir nombres para evitar protagonismos, pero en este artículo nos cuentan cómo las personas a cargo de las agencias gubernamentales que se dedican a atender los asuntos llamados Recursos Naturales y Ambientales, Control de Primates, Centro de Primates del Caribe e inclusive activistas hacen comentarios que me han roto por completo el apetito y eso de por sí es difícil. (que conste que mi diatriba no es contra el periodista, que si no es por él ni me entero, eh)

Estos aproximadamente 800 (ochocientos) primates [según la RAE: mamíferos de superior organización, con extremidades terminadas en cinco dedos provistos de uñas] cualquier parecido es pura coincidencia burocrática, fueron “sacrificados de forma humanitaria”. Sí, me encantan los eufemismos y el oxímoron que se vuelve contra sentido, es algo así como friendly fire. Estos monitos fueron eutanizados con inyección letal, valga clarificar que el animal no sufre. Poético.
Lo que me aterra es que la decisión respondió a que “no los quieren, no tienen ninguna utilidad”. En este pasillo del Caribe como una amiga genial siempre dice, hay demasiadas cosas sin ninguna utilidad. Lo peor de todo son los inútiles que definen la falta de utilidad de las cosas, de los procesos, de las agencias, de los empleados, de las cosas que respiran. No me extraña, ¿no recuerdan cuando agarraron a todos los vagabundos de cierta ciudad y los soltaron en otro pueblo, porque afeaban los alrededores? Cualquier cosa podría pasar, si alguno de esos que tienen esas plumas mágicas que firman mandatos urgentes decidiera que deberíamos darle muerte humanitaria a lo que no nos sirve, a lo que afea, a lo que cuesta.

Este proyecto de control de monos, consiste en atrapes masivos, y esto durará al menos dos años. Ya recibimos un comunicado de prensa que tildaba de “muy exitoso” el proyecto, increíble que tanta insolencia quepa en un sitio tan pequeño. Luego otro prócer declaró que “no es simpático sacrificar un animal, pero hay que poner las cosas en una balanza”. Amén. Se me eriza la piel, al leer tanta humanidad en menos de mil palabras. Después de todo eso es lo que nos caracteriza, el balance, la planificación, la humanidad y sobre todo las soluciones humanitarias ¿o debería decir simpáticas?

Esos monitos de caras bastantes –homo- después de todo son unos bandidos, han hecho fiesta con las calabazas y melones del suroeste de la isla. Como si eso fuera poco, no se ha podido conseguir una utilidad monetaria, no son muy mercadeables, no hay un nicho económico que los necesite aparentemente, presumo que de esta premisa partieron para el laboratorio de producción de monos que quieren hacer en el Pueblo de los Brujos. De todas formas todo esto lo despachamos con un “fue un mal necesario”, “such is life”, de verdad que para hacer camisetas y bumper stickers lo que hay que hacer es leer el periódico a diario, nuestros líderes y funcionarios son una fuente inagotable de conocimiento y cultura. Un mal necesario, no entiendo por qué mi mente me hace un fotomontaje de políticos.

En una cita que espero (en lo poco que me queda de inocente y esperanzado corazón) haya sido totalmente sacada de contexto dice: “cuando un animal no tiene que morir y se le practica la eutanasia, no es maltrato porque no se hace adrede. Esa práctica está regulada”. Claro, cuando es asesinato, no es maltrato. Si es homicidio, no es agresión. Los atrapamos y los matamos sin querer queriendo, la aguja le cayó en el corazón. Gracias a Dios que vivimos en un país donde la Constitución protege la vida, prohibida la pena de muerte y prohibida la muerte piadosa, prohibida y punible por demás. Después de todo, los animales no tienen alma ¿verdad?, no recuerdo cuál era la versión oficial.


Para terminar de revolcarme la bilis, me dicen que es lo mismo que pasa con los perros y los gatos. Señores, si como seres humanos no nos podemos identificar con un mamífero que tiene todos sus deditos, con uñas incluidas y que vive en familias y agarra las cosas con sus manos, cómo podemos esperar empatía hacia seres o cosas que aunque respiran y expresan alegría, andan en cuatro patas, ¡el reino del absurdo! Ni hablar de peces que no miran a uno a los ojos, o pájaros que en vez de pelo tienen plumas, uy.

Sí, soy fanática y no, no hago suficiente, pero me asquea, me indigna, porque no nos sale la compasión, sí se nos da muy bien el “ay bendito” ése tan hueco, tan lleno de bobería, pero no la compasión real. Sí, somos expertos en la simpatía, digna de Hallmark, pero la empatía es una cosa amorfa, intangible, inimaginable para nosotros. No nos duelen los números, en el fondo nuestras retinas le pasan por encima a los números, a menos que nos hinque donde es, si el muerto vivía en la urbanización donde creciste, si tienes un sobrino que estaba en la base militar donde pasó, si la nena tenía la edad de tu hija, si transitas dicha avenida todos los días, si tienes un tío que terminó en la calle, si sospechas que tu madrina murió de esa enfermedad… Pero, ¿los monos? Los monos portan enfermedades, como las palomas, las garrapatas y los humanos.

Un viernes lluvioso como hoy no puedo dejar de pensar en comerme una sopa de calabaza y encaramarme a un árbol.