jueves, 19 de febrero de 2009

sin fecha




Nosotros los que escribimos, y cuando digo nosotros me refiero a todos esos que no escribimos por ninguna otra razón que no sea porque no podemos dejar de hacerlo, porque no concebimos la vida de otra forma, porque es casi una religión, es una relación de amor y odio, es una adicción y somos nosotros mismos, ese es el verbo que nos define: escribir. Presumo que a todos nos pasa, que a veces encontramos escritos viejos, y a veces ni tan viejos y al leerlos no reconocemos las palabras. Y para gente como nosotros y digo nosotros por aquello de no sentirme que sólo a mí me pasan estos episodios de amnesia selectiva, las palabras lo son todo. Cuando alguien me dice eso no fue lo que quise decir, no lo entiendo. Nunca he sido muy empática o solidaria pero no lo entiendo porque yo siempre digo exactamente lo que quiero decir. A veces no me sale el tono que quería o lo exagero más de la cuenta, pero el mensaje me sale naturalmente específico, muchas veces sin tacto, sin pudor, y la mayor parte del tiempo en contra de lo considerado "politicamente correcto". Todo aquello que no me permito o no logro decir o no lo entiendo, lo escribo. Tal vez por eso encuentro cosas viejas y me parecen nuevas, y a veces contienen unos dolores tan profundos, que por ser lejanos ya no les puedo reconocer su intensidad. Otras pocas me leo eufórica, optimista, plena y se me hace bastante fácil recordar por qué. Pero siempre en el fondo del escrito me encuentro, me reconozco, a veces me perdono y muchas otras me recrimino. Me leo y redescubro que hay cosas que nunca cambian, que hay sensaciones que se rehabilitan, pero que no se curan. Que como la energía y el amor, se transforman, pero nunca se destruyen del todo. Aquí les presto un ejemplo que encontré (para variar, sin fecha):
" Montarme en un avión e irme lejos, lejos, lejos, tan lejos que sólo sea posible con más de tres escalas, tan lejos que el idioma no tenga la misma raíz que el mío, tan lejos que sea normal que nadie me entienda. Lejos donde nadie se imagine donde acaba mi horizonte; tan lejos que mis malas decisiones no me sigan la pista. Un lugar que tenga estaciones, que me sorprenda 4 veces al año. Un lugar donde pasen décadas, antes de lograr una rutina. Quiero irme lejos con la tranquilidad de que nadie me extrañe, que nadie susurre mi nombre un treinta y uno de diciembre, un sitio donde esté tan sola que pueda olvidar mi propio cumpleaños, que mi edad se desvanezca, que no pueda recordarla. Un país tan lejano que me haga borrar las veces que amé. Quiero vivir como una eterna turista viéndolo todo hermoso, incapaz de amar lo que el lugar realmente es. Me voy a pasar los días impresionada, que todas las caras para mí sean nuevas, una manada de desconocidos entreteniendo mis ojos, sin la ansiedad de buscar a alguien. Con la certeza de que no soy nadie, otra cara en la marejada. Podré caminar sin rumbo, sentirme felizmente perdida, naturalmente desorientada, sin nada que me guíe. Vivir la vida tomando fotos; fotos para mí, no para enseñarlas. Sin deseos de regresar a ningún lugar. Quiero vivir de lado a lado, sintiendo muy poco, sin anhelar nada, sin nostalgias patrióticas, sin celos furiosos. Sin esperar por nada ni nadie, con la felicidad de una vacación. Tan sola como me siento ahora, pero sola por lejos, sola por decisión. " 

Algunas noches me parecería que las palabras las escribió otra, pero algunos días me levanto con la palabra lejos dentro de la boca y presiento que si el escrito tuviera la fecha sería justo la de ayer.

jueves, 5 de febrero de 2009

A B I S M A L




Me llaman los abismos
me halan del otro lado de la baranda
Sin ningún fundamento suicida
Me atraen profundamente
Por eso los evito,
por eso les saco el cuerpo
Porque hay algo detrás de mi ombligo
Un algo que me empuja hacia ellos
Es una hipnosis curiosa
Un abrazo al acecho

El domingo me paré frente al mío
acaricié sus bordes,
intenté oler su fondo
Y le lloré desde lo más profundo
y me tragó hasta lo más hondo

lo hice con los ojos cerrados
a los barrancos no se les mira por dentro
cuando abro los ojos
a veces estoy dentro
y el resto estoy fuera y por eso los cierro
me sumergí a sabiendas
con pleno conocimiento

ese abismo está hecho
de mis ganas tan masculinas
de corrientes submarinas
y de hormonas malabaristas
de remolinos de viento
y la debilidad de mi vértice

ese abismo me dejó mirarlo
me hizo creer que no me hundía
me juró que estando desnuda
la gravedad se deshacía

Me licuó el albedrío
la voluntad me la hizo líquida
porque ese abismo
es un cuerpo de agua
me pliega la memoria
y me arruga los dedos


se come los sonidos
domina mis poros
hace que mi pelo flote
hace que mi cuerpo se hunda

y así vivo ahora
flotante y hundida
densa y líquida
grávida y vacía